Intento integrar en este espacio informes, datos, opiniones, sobre el tratamiento de la Leucemia Mielóide Crónica en particular y del Cáncer en general y compartir las experiencias de vida, discutir los condicionantes socioculturales y medioambientales que determinan los tratamiento que realizan los pacientes. Aspiro a generar un espacio de comunicación con todos aquellos que como yo, realicen tratamientos por enfermedades graves. Sin pretensiones autoreferenciales, me dispongo a compartir con pacientes, familiares y médicos, la palabra, que acompañe este azaroso recorrido. Transito este tiempo con la enfermedad Leucemia Mielóide Crónica, Cromosoma Ph.+.

martes, 10 de abril de 2012

Trasplante de médula, un camino de esperanza

Cada año, cientos de personas en el mundo reciben la noticia que padecen enfermedades hematológicas, entre ellas, linfoma, leucemia y mieloma. Para ellas, el trasplante de células progenitoras hematopoyéticas (CPH), también llamado de médula ósea, es utilizado como parte del tratamiento, ofreciendo potenciales posibilidades curativas.
Las CPH son células madre encargadas de producir los glóbulos blancos que combaten las infecciones, los glóbulos rojos que transportan el oxígeno a los tejidos y, también, las plaquetas que participan en la coagulación de la sangre.

El trasplante consiste en utilizar altas dosis de quimio y/o radioterapia para erradicar la posible persistencia de la enfermedad de base y para crear un espacio y condiciones óptimas para el anidamiento de las CPH. Éstaspueden recolectarse de distintas fuentes: médula ósea, sangre periférica y cordón umbilical y pueden provenir del mismo paciente (trasplante autólogo) o de un donante (trasplante alogénico). Si la persona no cuenta con un familiar compatible, puede realizarse una búsqueda en los registros nacionales e internacionales para hallar un dador voluntario.
El primer trasplante de la historia, lo realizó el oncólogo francés Georges Mathé en 1959 y fue aplicado a víctimas de un accidente nuclear cuya médula ósea había sido dañada a causa de la irradiación. El mismo médico fue, luego, precursor en el uso del trasplante como tratamiento en pacientes con diagnóstico de leucemia.
Por su parte, el Dr. Edward Donall Thomas del Fred Hutchinson Cancer Research Center, fue pionero en la utilización de células progenitoras derivadas de la médula ósea como estrategia terapéutica, y demostró que, cuando éstas se infundían en forma endovenosa, eran capaces de regenerar la médula con nuevas CPH. Por sus investigaciones fue reconocido con el Premio Nobel de Medicina en 1990.
En todos estos años el avance de la tecnología, con estudios moleculares y genéticos ha permitido identificar a aquellos pacientes que se beneficiarían con este tratamiento y el momento óptimo para realizarlo, utilizándose en algunos como parte inicial del tratamiento y en otros en nuevos eventos de la enfermedad.
También, el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas, como el uso de anticuerpos monoclonales y terapia dirigida, ha mejorado el pronóstico de algunas patologías, llegando incluso, en algunos casos, a reemplazar al trasplante como indicación en primera línea.
La introducción del trasplante con dosis reducida de quimioterapia (con donante), permitió superar la limitación de la edad para el procedimiento, posibilitando que más pacientes puedan acceder al tratamiento, con buenos resultados y menor toxicidad.
Sin duda, otro de los mayores obstáculos puede ser, en algunos casos, la ausencia de un donante familiar adecuado. De hecho, aproximadamente sólo existe un 25% de posibilidades de tener un hermano histoidéntico(compatible para el trasplante). Cuando no se cuenta con un donante compatible emparentado existe la posibilidad de realizar la búsqueda en los registros internacionales para hallar uno.
En este sentido, actualmente hay altas chances de encontrar un donante no relacionado. En esto, es crucial el crecimiento del número de donantes voluntarios (internacionales y nacionales) y su inscripción en nóminas que permitan localizarlos. Cumplen ese rol el Programa Nacional de Donantes de Médula Ósea con sede en Estados Unidos (NMDP por sus siglas en inglés) que hoy cuenta con, aproximadamente, 14 millones de donantes de todos los continentes. En Argentina el Registro Nacional de Donantes de Células Progenitoras Hematopoyéticas creado por el INCUCAI.
La probabilidad de encontrar un dador compatible puede verse influenciada por el origen étnico, pudiendo ocurrir en minorías raciales, en parte por la variedad de antígenos presentes en el estudio de histocompatibilidad (estudio que identifica al potencial donante) y en parte por una relativa menor representación de éstos en los registros de donantes voluntarios.
El desarrollo de técnicas moleculares avanzadas en el estudio y selección del donante ha permitido reducir la mortalidad y complicaciones, ofreciendo mejores resultados. El mayor conocimiento y desarrollo de otras fuentes de células madre (cordón umbilical) y el desarrollo del Trasplante Haploidéntico (donante padre, madre o hermano), junto al avance en el tratamiento de soporte para los pacientes, hacen que, hoy en día, un gran número de pacientes accedan al trasplante, con mayores posibilidades de curación y control de su enfermedad.
Son alentadores los datos actuales del registro internacional, que muestran que los resultados con estos tipos de donantes y fuentes de células ofrecen resultados similares a los obtenidos con donante relacionado idéntico o no relacionado idéntico, pudiendo considerarse éstos en determinadas situaciones.
Todos los avances registrados a través de la historia y sus alentadores resultados, nos impulsan a seguir adelante de la mano de los adelantos científicos y tecnológicos, procurando ofrecer una posibilidad curativa y un mensaje de esperanza a los pacientes que padecen estas patologías, ya que, como sostuvo el reconocido Karl Popper: “La ciencia será siempre una búsqueda, jamás un descubrimiento real. Es un viaje, nunca una llegada”.
Dra. Juliana Martínez Rolón 
Trasplante Hematopoyético en FUNDALEU
Publicación Docsalud.com
NOTA: sin  autorización

domingo, 8 de abril de 2012

Breve historia de una larga lucha contra el cáncer.

Fue a partir de la primera autopsia que las teorías de Galeno empezaron a desplomarse. No había bilis negra sino un organismo por descubrir. El estudio de la anatomía retomó la idea de la ablación quirúrgica del cáncer inaugurando toda una etapa tan prolífica como sanguinaria, recién paliada por el descubrimiento de la anestesia, en 1846. “La anestesia y la antisepsia fueron avances tecnológicos aunados que liberaron a la cirugía de su crisálida medieval. Armados de éter y jabón carbónico, una nueva generación de cirujanos acometió los procedimientos anatómicos terriblemente complejos”. Los aventurados primeros oncólogos lograban quitar algunos tumores del cuerpo, pero no lograban evitar que el cáncer volviera a crecer tarde o temprano. Una y otra vez “volvían a la mesa de operaciones y cortaban, como si estuvieran atrapados en un juego del gato y el ratón, mientras el cáncer horadaba el cuerpo humano pedazo a pedazo”.
El encarnizamiento terapéutico para acabar con el maligno cangrejo tuvo su máximo exponente en William Halsted: un médico cocainómano que hacia fines del 1800 inventó la mastectomía radical. Vaciar lo más posible el cuerpo de las mujeres (quitaba glándulas, músculos, incluso huesos de las costillas) con el fin de lograr remisiones totales y, en muchos casos, donde no era necesario operar, con la siniestra intensión de doblegar su carácter.
Las cirugías eran todo un espectáculo. El 1900 inaugura la época de los médicos celebrities “rebozantes de confianza” que operaban para deleite de testigos tan privilegiados como intrigadísimos. “El quirófano era para ellos un teatro de operaciones y la cirugía, una actuación elaborada, a menudo presenciada por un público silencioso que miraba desde una claraboya situada encima del teatro.” Deslumbrados por su propio brillo, ni siquiera podían ver todavía el fracaso que escondía la brutal operación. Es que no importaba cuánto quitaran, el cáncer volvía o ya estaba esperando, agazapado, en algún otro órgano.
Para la misma época, en un escenario diferente, una serie de casualidades dieron los descubrimientos de los rayos X, el radio y finalmente, eureka, la loca idea de que esta nueva forma de energía tal vez sirviera para todo esto. Fue un joven de veintiún años, Emil Grubbe, quien a puro instinto hizo la primera prueba exitosa: “Grubbe comenzó a bombardear con radiación a Rose Lee, una mujer mayor afectada con cáncer de mama, por medio de un tubo improvisado de rayos X (...) La irradió durante 18 días. Aunque doloroso, el tratamiento tuvo algún éxito”. Gruebbe enseguida siguió con otras pacientes, todas con el mismo resultado: los tumores se reducían. A comienzos del siglo XX “había nacido una nueva rama de la medicina del cáncer, la oncología radioterápica”.
Pero la nueva cura tenía dos problemas. La primera era que la radiación en sí misma producía cáncer (y sus víctimas más notorias fueron la propia Marie Curie y el joven inspirado Grubbe). La segunda, que tampoco era eficaz con las metástasis. “El cáncer, aun cuando comience localmente, espera de manera inevitable para salir de su confinamiento.”
Escapar de la encrucijada de elegir entre “el rayo caliente o el cuchillo frío” requirió de una nueva herramienta –o arma, para volver al lenguaje de guerra que subyace detrás de este relato–. Un veneno específico y sistémico para el cáncer.
El descubrimiento de la quimioterapia encuentra sus raíces a fines del siglo XIX en las fábricas textiles, que explotaban el uso de químicos y tinturas. ¿Qué reacción tiene un colorante sobre una célula?, se preguntaba el médico alemán y Nobel de 1908 Paul Ehrlich. Tinturas químicas para atacar microbacterias era lo que probaba cuando descubrió sustancias que las destrozaban. La idea de encontrar una sustancia como ésa que, cual “bala mágica”, destruyera el cáncer obsesionó por años no sólo a Ehrlich sino a quienes siguieron sus pasos. Pero la similitud entre las células cancerosas y las normales no hacían nada fácil la tarea. La investigación recién dio sus frutos cuando el conocimiento químico y molecular se volvió más profundo, alrededor de los años ‘50.
Hasta acá más o menos el racconto de los hechos, que nos lleva a las prácticas actuales que se utilizan para curar el cáncer. Faltaba que la ciencia ahondara en la genética para comprender la complejidad de la enfermedad ante la que se enfrentaba. En ese camino, los científicos irían virando hasta conformar su propio establishment, los pacientes se convertirían en seres de derechos con sus propios reclamos, y la curación sería no sólo un anhelo sino también un negoción multimillonario que, como todos, o, tal vez, más que ningún otro, puede representar los más turbios intereses por sobre cualquier otro propósito.
Reproducido

  
  Diario Página 12.
 Por Soledad Barruti.
DOMINGO, 1 DE ABRIL DE 2012